El mayor problema de la gestión de las cuencas hidrológicas radica en su impredecibilidad.
La impredecibilidad no permite a los gestores de cuencas aprovechar al máximo los caudales, planificar mejor los riegos agropecuarios, verificar el caudal ecológico en tramos con centrales eléctricas que las utilizan y, en los peores casos, evitar las consecuencias de eventos extremos.